Por Rubén G. Abelenda (*)
Por estos días tristes, al acercarse el séptimo aniversario el 25 de
noviembre de la partida del líder histórico de la Revolución cubana,
un amigo latinoamericano nos escribió desde la lejanía: ¡Mucha
falta le hace hoy al mundo la palabra de Fidel!
Tal frase,reiterada de diversas maneras por millones de ciudadanos
de este planeta, confirma una vez más que la humanidad sería
mejor si el Comandante en Jefe de la mayor de las Antillas
estuviera físicamente entre nosotros, con su verbo contundente, su
siempre andar de paso firme, y su visión de futuro.
Fue Fidel quien dijo por primera vez que un mundo mejor es
posible, cuando hace no pocos años atrás alertó que nuestra
especie y el planeta tierra estaban en peligro de desaparecer por
las guerras, las agresiones, los bloqueos, la desenfrenada carrera
armamentista, la extremada codicia y los daños a la naturaleza,
entre otros males, que nos tienen al borde del holocausto.
Todo lo que auguró el visionario de la isla caribeña lo estamos
padeciendo en la actualidad en los cinco continentes, desde los
conflictos bélicos y los desastres provocados por el cambio
climático, hasta enfermedades y pandemias que tantas muertes
causan.
La luz larga del jefe de la Revolución cubana podría mostrarnos el
sendero a tomar para intentar conseguir vencer tantas
adversidades, y brindar esperanzas frente a la incertidumbre que en
estos momentos atormenta a la inmensa mayoría de los seres
humanos.
Un gigante como él, respetado y admirado en todos los rincones del
planeta, de seguro podría ayudarnos a salir, con la brújula certera
de su pensamiento, del escabroso y peligroso túnel por el cual
andamos.
Tras siete años de su viaje a la inmortalidad, sus compatriotas no
dejan de repetir una frase de una bella canción titulada Cabalgando
con Fidel que dice: “hoy quiero gritarte padre mío, no te sueltes de
mi mano, aún no sé andar bien sin ti”.
Y no hay un solo día que los cubanos recuerden a Fidel, a quien
consideran su guía eterno, como igual lo manifiestan millones de
personas en todas las naciones del mundo, y en especial en las
más desposeídas de África y América Latina, a las cuales ofreció y
brindó siempre solidaridad incondicional.
Es comprensible entonces que escuchemos expresar a hombres,
mujeres, ancianos, jóvenes y niños, en dondequiera que nos
encontremos, que el líder histórico del decano archipiélago del
Caribe debería acompañarnos eternamente para protegernos.
Fidel es Fidel se extraña mucho, aunque esté cada segundo, cada
minuto, cada hora y cada día en los corazones de los pueblos, y
jamás nadie podrá borrar su inmenso legado.
(*) Embajador de Cuba en Gambia